Esta semana, voy a ir en tren hasta Madrid. En un coche cama, de estos que viajan de noche, para dejarte a primera hora en tu destino.
Si, cuento esto del tren así, a bocajarro, como un niño, porque por alguna extraña razón, el tren me hace sentir así, como un niño.
Esa sucesión, por momentos infinita, de vagones perféctamente alineados, bajo las cubiertas magníficas de nuestras estaciones, tiene una pátina de rancio, de ensoñación, de punto de partida que siempre me ha fascinado.
Prefiero escribir antes de las sensaciones, que al regreso de las vivencias del viaje, porque seguro que la realidad nunca puede igualar a las sensaciones que uno lleva dentro.
En este tiempo de AVE (suena bonito, moderno y tecnológico Alta Velocidad Española) donde a la vuelta de 5, 6 o 7 años recorreremos nuestra península de forma eficiente, rápida y puntual, yo prefiero pensar en el tren de mi infancia, cuando en el colegio nos hacían aprender y memorizar, que nuestro glorioso TALGO, significaba Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol.
Yo me imaginaba que pinta tendría ese tal Goicoechea, y la suerte que tenía por haber pasado su vida montando en trenes que seguro que iban y venían de sitios maravillosos.
Me daba un poco de pena porque eso del tren articulado y ligero y no se que otra cosa pendular que explicaba el profesor mientras mi mente viajaba, sonaba un poco a tren de segundas. A quien se le podría ocurrir, que un tren pudiera ser ligero, y menos pendular.
Un tren es un tren y punto. Con sus raíles, su máquina, y sus vagones: los de pasajeros, los de dormir, el restaurante, el de correos, y así seguía acoplando mentalmente vagones con todo lo que necesitarían esos pasajeros al infinito (vagón hospital, vagón supermercado, vagón cine, vagón ...).
Del tren de mi infancia, recuerdo también a mi abuela hablar del "Pajaro Blanco". Aunque estaba un poco viejo, a mi abuela le gustaba mucho porque era como el de las películas. Mi abuelo me explicó que el famoso "pájaro blanco" era un tren de color aluminio que trajeron los americanos con el plan "Marsall" de la posguerra.
Eso ya era el no va más. Un tren americano, que seguro que habría recorrido ya todas esas ciudades que sonaban a película: Chicago, Las Vegas, Spa.Francisco, etc. Los quilómetros que ese "pajaro blanco" recorrió en mi mente, probablemente dupliquen o tripliquen a los recorridos en la realidad.
No pienso hablar ni una palabra del viaje. No se si será bueno o malo, hay posibilidades de huelga, pero no me importa. Pienso subir a ese tren como un niño, con la mente abierta y recorrer en la noche todos los sitios maravillosos donde te puede llevar un tren.