Hace un par días, salía yo de un curso de urbanismo, donde docena y media de "colegas" analizamos durante 4 horas los pormenores y matices que los cambios legislativos, de no se que normas, afectarán en breve a esto de la arquitectura, desde los confines de la sabia y vieja Europa.
Al salir, mientras encedía un cigarrillo en la entrada, pasó algo extraordinario. Dos mujeres pasaban con la compra recién realizada en un próximo centro comercial.
La de paso más firme le explicaba a la otra las bondades de una conocida marca de bayetas de cocina, para eliminar los olores que le llegaban por el conducto de ventilación cada vez que la vecina hostil (siempre hay una vecina hostil) se obstinaba en pasar por la sartén el excelente pescado de las Rìas, con un aceite de dudosa reputación.
El proceso incluía un previo humedecimiento en agua y la aplicación de un producto de limpieza con aroma caribeño, para rematar con la introducción con habilidad en ese agujero de ventilación, que había en su cocina.
Como deben de ser legión las amas de casa, que se obstinan en la lucha sin tregua contra la ventilación hostil, algún sabio estudio gubernamental, concluyó que la ventilación de nuestros hogares era deficiente, y se hacía necesario legislar este aspecto, para mayor gloria de un gobierno responsable, que vela por sus siempre hostiles ciudadados.
A finales del 2006, apareció una maravillosa norma, basada en códigos europeos (faltaría más), que obliga a que todas las viviendas incorporen en sus ventanas un sistema permanente de ventilación, no regulable.
Un par de años después, comienzan a verse las primeras viviendas rematadas con esta solución técnica consensuada en el seno de la querida Europa.
Estoy convencido que la sabia y astuta ama de casa, en cuanto tenga ocasión de analizar el problema, encontrará una solución, via producto doméstico, probablemente con adhesivo incorporado, que ponga fin a tantos años de consenso europeo, y acabe con esas puñeteras rejillas que hacen que se le meta el aire (con todos los olores urbanos), sea el 5 de agosto o el 12 de febrero.
Seguramente entonces, ante tanta hostilidad y rebeldía, serán necesarias reuniones al más alto nivel gubernamental, un análisis profundo del problema, y en lo más profundo de la crisis, alguien dirá: "si hemos sido capaces de fabricar zapatos que respirán, hagamos fachadas que respiran".
Analizada la cuestión, se realizarán un par de directivas europeas, media docena de cambios legislativos y una recua de decretos ley, y nuestras fachadas se transformarán en láminas con pequeños agujeritos, que garanticen la calidad de vida de estas nuestras familias hostiles a las que nos cuesta tanto gobernar.
Confío en que para entonces, amos y amas de casa estén unidos ya para siempre, y formando una fuerza rebelde sin par, pongan fin, mediante alguna técnica de uso doméstico, a la multitud de perforaciones, y consigan ese humile y confortable hogar, al margen de la ley.
La vieja Europa, y probablemente la misma ONU, se vean obligadas a tomar la decisión definitiva. Ante tanta hostilidad, será necesaria una decisión drástica. Y por fin, en decisión de asamblea mundial, se prohibirán tódas las fachadas.
Con un buen armamento legislativo, leyes, decretos y alguna ordenanza municipal sobre el exibicionismo, pondrán fin al grave problema de ventilación que presentaban las viviendas del mundo mundial.
Ante tanto amo y ama de casa al aire, con ataque de gripes de varias nacionalidades, algún muchacho de algún pequeño despacho de alguna institución de siglas innombrables, propondrá una solución increible.
¿Por que no resolvemos bién las chimeneas de ventilación de las humildes viviendas de nuestros gobernados, para que no tengan que oler fritos con aceites de dudosa reputación?
Revisada la propuesta en una cadena infinita de mandos, se propondrá de inmediato el despido de esa inutilidad de persona que obligaría a realizar un cambio legislativo sin par, derogar leyes y decretos a nivel mundial por un simple tubo escondido en una cocina.
Algún tecnócrata hábil, con ganas de ascenso, propondrá entonces un sistema único y novedoso para calentar todas nuestras ciudades a la temperatura adecuada (eso sí, mediante una energía renovable y costosísima), para que en un efecto invernadero sin par, todos esos nuestros ciudadanos , tan hostiles y rebeldes ellos, mantengan una temperatura adecuada, sea verano o invierno, ya que no han acabado de entender la calidad de vida que han logrado, desde que a nivel mundial, y con acuerdo de todos los estados, se consiguió prohibir el uso de fachadas en nuestras viviendas.
Y nos miraremos al ombligo con satisfacción, por la preocupación de nuestros gobiernos en conseguirnos una ansidad calidad de vida, a golpe de ley, y con esfuerzos millonarios, que eso sí, nos habrán pedido antes a nosotros en forma de cómodos impuestos.
2 comentarios:
En fin, Jose, gran artículo, al que nada pienso añadir, por supuesto. Sin embargo, discrepo en algún matiz. No es hostilidad gratuita. Tampoco creo que sea ignorancia legislativa o repulsa por un hecho que afecta a nuestra pituitaria. Creo que es culpa del albañil. Me explico.
El otro día, paseándome por una de mis obras, vi a un albañil cegando los huecos que quedan entre los tubos de ventilación de una cocinas y el forjado que atraviesan. Había varios tubos de 110mm de diámetro, otro de 150, una bajante insonorizada (ella en sí misma, triple capa) e insonorizada (manta de arena que la envuelve), todos estos tubos, en su tramo a la altura del forjado, se habían envuelto en una manta de espuma aislante de unos 4mm de espesor y posteriormente se había rellenado el hueco contra el forjado con hormigón ("masa" como dijo el tipo). Te podrás imaginar los huecos sin rellenar que quedaban entre los tubos, e incluso entre éstos y la manta. "Esto péchase con ladrillo de oito e queda sellado, ademáis a baixante está insonorizada e insonorizada, que én o que leva o que fai ruido, os outros tubos NON FAN RUIDO", dijo el albañil...
Otro matiz acerca de la hostilidad de la señora es que no sabe que la bestial capacidad de succión de una campana extractora hace que, si no tiene entrada de aire generosa desde el exterior, la campana extraerá el aire del resto de la casa, llegando así a ésta los olores de cocinas, baños, etc... Claro, es jodido abrir la ventana para que entre aire, en invierno al menos...
Por último añadiré el caso famoso aquél de la señora que denunció al constructor por las "inusuales humedades de su casa". El caso se cerró cuando el perito judicial entró en la casa y comprobó: temperatura ambiente de 26 grados, humedad ambiente del 80%, pintura plástica impermeable en techo de cocina (resto alicatado), y 5 peceras repartidas entre salón y dormitorios...!!!
Un último apunte: saludos a los arquitectos que diseñan cocinas de 5 m2 utilizando el criterio tan real y constatable de que hoy por hoy NADIE come en su casa, y que lo único que se hace es calentar la leche de la cena...
Ha sido un verdadero placer descubrir tu blog y, perdona la sorpresa, saborear tu pluma afilada en piedra de miel.
Esta entrada me ha recordado un poco esa leyenda urbana que circula en la que los más doctos ingenieros de la NASA gastaron ingentes cantidades de dinero para poder diseñar un bolígrafo que funcionase en condiciones de ingravidez, mientras que los bastante más atrasados astronautas rusos se las apañaban escribiendo cartas a sus parejas con sencillos y nunca bien ponderados lápices.
En fin, que lo de matar moscas a cañonazos no es de ayer por la mañana y que siempre existirán soluciones complejas para problemas sencillos. No es menos cierto lo que comenta Antonio, pues una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones. En cualquier caso, no coincido con su última aseveración, y reclamo la cocina como el lugar importante en la casa que siempre ha tenido: aparte de cocinar, lugar de encuentro en los almuerzos, tertulias, sobremesas... Por favor, señores arquitectos, más metros para las cocinas, siempre que consigáis que no se peguen televisiones en la nevera!
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