martes, 6 de diciembre de 2011

FRESA Y CHOCOLATE


Tengo entre mis manos un catálogo navideño alimenticio con un montón de sugerencias culinarias que no me convienen, pero que me apasionan.

Me detengo en unas copas de helado de chocolate, con sirope de chocolate, trocitos de chocolate y virutas de chocolate para completar el cuadro.
Impresionante. El catálogo se recrea además en esplicar pormenorizadamente que cada chocolate que conforma esta efímera obra de arte además viene de un pais diferente. Ecuador, Brasil, Jamaica ... y así hasta completar una especie de aldea global concentrada en una pequeña copa de helado.

Esto del helado no es más que una pura anegdota que hizo venir a mi memoria mi infancia, y es especial mis paseos de verano con mi abuela paterna, hasta alguna de las heladerias que se colocaban en el Muro de San Lorenzo.

A mediados de los 70 durante las vacaciones escolares, algunas tardes mi abuela y yo dábamos un pequeño paseo desde la Plazuela de San Miguel hasta la playa de San Lorenzo, con el objeto de darnos un placer a los sentidos, y disfrutar de un helado en alguno de los puestos que se colocaban a lo largo de la playa.

No teníamos ninguna preferencia. Salíamos por la Calle Capua hacia la "Escalerona" y caminábamos, eso si, siempre en dirección al Barrio de la Arena. En una especie de juego de misterio, decidíamos donde detenernos, aunque yo ya sabía positivamente que nunca íbamos a pasar del "Mexico Lindo".

Aunque parezca increible, una heladería de los años 70 tenía los siguientes sabores:

Nata, Fresa, Vainilla y Chocolate. La heladería Verdú los hacía además de turrón, y alguna heladería "snob" tenia una especie de vainilla con trocitos de colores al que se llamaba "Tuti-fruti".

A partir de aquí va mi reflexión que envio, al menos a los de mi quinta, para saber si el sentimiento era compartido por alguno más.
En esa España tardo franquista, era importante no llamar la atención. Ser "normal", o al menos esa idea me intentaba transmitir mi abuela, que ya sabía lo que era eso del "Caudillo", y ya le había cogido el truco.

Por alguna estraña razón, designio divino o absurdez sin más, en cualquier heladería que se preciara, se podía pedir alguno de esos 4 sabores descritos, o las siguientes combinaciones: nata y fresa o vainilla y chocolate.

A mi, lo que siempre me a gustado es la fresa y el chocolate, pero eso no era posible. No era políticamente correcto.

Nunca supe porqué, pero asumía la explicación de mi superior jerárquico (mi abuela) y renegaba de mi combinación perfecta (fresa y chocolate), a cambio de la combinación "correcta" (nata y fresa)

Ahora, que he cumplido treinta y tantos años mas encima de los que tenía por aquel entonces, me parece absurdo, totalmente absurdo, pero reconozco que era una realidad de la vida cotidiana, de un pais con miedo, donde hasta las pequeñas decisiones, las irrelevantes, las del paladar, debían de ser como las de todos. Sin destacar.

Así que realizada la reflexión, me alegro de que non sacudieramos el polvo, y que existan los helados de bolas de chocolate o de chocolate y nata. Que existan los helados de dos bolas y los de dos "bolos". Que se pueda poner chocolate encima de dos bolas de nata o que una nata viciosa quiera dos "bolos" de chocolate. Que a la fresa le guste la nata, la vainilla o las exóticas nueces de macadauem. En fin pues, que cada uno de notros le de gusto a sus sentidos con la mejor combinación posible de colores y sabores. La suya.

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