
Un café es uno de los pequeños placeres que la vida nos da.
Disfruto de esa pequeña taza caliente siempre que puedo y no puedo evitar dar algunos consejos a partir de mi modesta experiencia.
Yo tengo claro donde he tomado mi mejor café. A Brasileira de Braga, en la vecina Lusitania. Un hermoso café o como diría un asturiano "cafetón", a los que sospecho que le quedan los días contados, ya que por su situación, es presa apetecible para que alguna "superfranquicia" se lo meriende.
A Brasileira es ese café de toda la vida, con mesas de fundición y mármol blanco y sillas de madera. Los camareros llevan aún chaquetilla de botones dorados y camisa blanca, y por su edad parece que han nacido ahí, con el propio café.
El café es exquisito. Con cuerpo de seda. En Portugal, a ese pequeño café, lo llaman "bica".
Es difícil que algo con ese nombre pueda ser malo. Bica es apenas un sorbo de la mejor esencia de un buen café. Suena a caricia, a secreto. En esa pequeña tacita blanca, sobre el viejo mármol blanco, se convierte en una pequeña obra de arte.
La última vez que estuve en A Brasileira, no pude evitar acordarme de "La Colmena" y meter discretamente la mano debajo del mármol para comprobar que no había sido grabado.
Ahora se discute mucho sobre el café. No sobre el hecho de tomar un café, sino del café en si mismo. Blue mountain de Jamaica, de Colombia, Arábica, de Brasil ... Todos non transformamos en entendidos de salón, sobre el tipo o la mezcla perfecta de ese hipotético café pluscuamperfecto.
Sinceramente, me importa un bledo el tipo de café. Un buen café debe de reunir además de un grano selecto, una persona que lo mime, un ambiente adecuado y una actitud ante la taza imprescindible para que alcance la perfección.
En relación con esto, recuerdo que tuve ocasión, visitando Londres (hay que ser idiota para pedir café en Londres) de tomar un café "starbucks". Una flamante franquicia internacional que presume de sus impresionantes cafés. La lista era interminable. Mezclas y denominaciones de lo más selecto del mundo del café. Impresionante si no fuera porque tuve 20 minutos largos de cola para leer y releer una y otra vez esa larga lista.
Una vez recorrida la cola, una jovencita (demasiado joven para apreciar un café) en una especie de maniobra de prestidigitación apareció con el café solicitado en un vaso de polipropileno con tapa de plástico.
Alguien por un solo segundo puede pensar que un café atrapado en un vaso térmico con tapa plástica, tras una soporífera cola de más de 20 minutos, por muy starbucks, star trek o estarleches diga puede ser un buen café.
Yo me despido con tres sujerencias de café.
Café de mañana. El primero del día. Concentrado y dulzón para espabilar el día. De cafetería. Con periódico y con el run run de fondo del trasiego de la jornada laboral que comienza. No más de 15 o 20 minutos. Perfecto si nadie te interrumpe este momento intimo contigo mismo, como un "karma" pre-laboral.
Bica portuguesa. Lo mejor para el tiempo de ocio. Pequeña con una espuma consistente. Ideal para disfrutar del tiempo en buena compañía. Mejor tomar dos o tres para saborear el tiempo que pasa. Imprescindible que sea de "cafetón", en esas viejas máquinas de café con relojes y palancas que acarician con firmeza camareros de exquisita educación.
Café de domingo. Más largo y menos intenso que el de semana. Debe de estar en harmonía con el periódico y sus suplementos. A mi me gusta de casa. Tener el periódico en mis manos y componer un cuadro perfecto de prensa, café largo, azucarero y repostería golosa. Tiempo y calma para disfrutar de una perfecta mañana de domingo.
Disfruto de esa pequeña taza caliente siempre que puedo y no puedo evitar dar algunos consejos a partir de mi modesta experiencia.
Yo tengo claro donde he tomado mi mejor café. A Brasileira de Braga, en la vecina Lusitania. Un hermoso café o como diría un asturiano "cafetón", a los que sospecho que le quedan los días contados, ya que por su situación, es presa apetecible para que alguna "superfranquicia" se lo meriende.
A Brasileira es ese café de toda la vida, con mesas de fundición y mármol blanco y sillas de madera. Los camareros llevan aún chaquetilla de botones dorados y camisa blanca, y por su edad parece que han nacido ahí, con el propio café.
El café es exquisito. Con cuerpo de seda. En Portugal, a ese pequeño café, lo llaman "bica".
Es difícil que algo con ese nombre pueda ser malo. Bica es apenas un sorbo de la mejor esencia de un buen café. Suena a caricia, a secreto. En esa pequeña tacita blanca, sobre el viejo mármol blanco, se convierte en una pequeña obra de arte.
La última vez que estuve en A Brasileira, no pude evitar acordarme de "La Colmena" y meter discretamente la mano debajo del mármol para comprobar que no había sido grabado.
Ahora se discute mucho sobre el café. No sobre el hecho de tomar un café, sino del café en si mismo. Blue mountain de Jamaica, de Colombia, Arábica, de Brasil ... Todos non transformamos en entendidos de salón, sobre el tipo o la mezcla perfecta de ese hipotético café pluscuamperfecto.
Sinceramente, me importa un bledo el tipo de café. Un buen café debe de reunir además de un grano selecto, una persona que lo mime, un ambiente adecuado y una actitud ante la taza imprescindible para que alcance la perfección.
En relación con esto, recuerdo que tuve ocasión, visitando Londres (hay que ser idiota para pedir café en Londres) de tomar un café "starbucks". Una flamante franquicia internacional que presume de sus impresionantes cafés. La lista era interminable. Mezclas y denominaciones de lo más selecto del mundo del café. Impresionante si no fuera porque tuve 20 minutos largos de cola para leer y releer una y otra vez esa larga lista.
Una vez recorrida la cola, una jovencita (demasiado joven para apreciar un café) en una especie de maniobra de prestidigitación apareció con el café solicitado en un vaso de polipropileno con tapa de plástico.
Alguien por un solo segundo puede pensar que un café atrapado en un vaso térmico con tapa plástica, tras una soporífera cola de más de 20 minutos, por muy starbucks, star trek o estarleches diga puede ser un buen café.
Yo me despido con tres sujerencias de café.
Café de mañana. El primero del día. Concentrado y dulzón para espabilar el día. De cafetería. Con periódico y con el run run de fondo del trasiego de la jornada laboral que comienza. No más de 15 o 20 minutos. Perfecto si nadie te interrumpe este momento intimo contigo mismo, como un "karma" pre-laboral.
Bica portuguesa. Lo mejor para el tiempo de ocio. Pequeña con una espuma consistente. Ideal para disfrutar del tiempo en buena compañía. Mejor tomar dos o tres para saborear el tiempo que pasa. Imprescindible que sea de "cafetón", en esas viejas máquinas de café con relojes y palancas que acarician con firmeza camareros de exquisita educación.
Café de domingo. Más largo y menos intenso que el de semana. Debe de estar en harmonía con el periódico y sus suplementos. A mi me gusta de casa. Tener el periódico en mis manos y componer un cuadro perfecto de prensa, café largo, azucarero y repostería golosa. Tiempo y calma para disfrutar de una perfecta mañana de domingo.
1 comentario:
Los hay que lo hemos vanalizado hasta el punto de tener que tomarlos largos, con leche para no sufrir del estómago aún arruinando el hígado y ese otro órgano que tenemos olvidado (LA PIEL, me refiero a la piel). Claramente soy hombre, las mujeres lo tenéis muy presente. Pero sin desviarme del tema ni pretender llegar por un sólo momento al gusto exquisito de expresión que demuestra, D.EMILIO, que me sabe un poco a ... ¿Pérez-Reverte? He de decir que el próximo que me tome será diferente, con gusto, con amor. Luego volveré a mi rutina, vanal y rutina en definitiva. Pero GRACIAS PIÑA por el próximo café.
Un admirador.
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