Esta semana, los medios de
comunicación que tan poco practican eso de la información, han dedicado horas y páginas a discutir sobre una taller de educación sexual que estaba en marcha en
Extremadura.
Todo el problema, era una palabra, maldita aún a finales del 2009. "MASTURBACIÓN". Se han tirado horas y horas de radio y
TV, y páginas y páginas a vueltas con el hecho de que dentro del citado taller se iba a explicar algo sobre la dichosa palabra, y de todas las
excomuniones y males del mundo mundial que se iban a derivar, por mostrar la revelación a nuestras nuevas generaciones de jóvenes y adolescentes.
A
raíz de todo esto,
recordé que yo ya recibí mi correspondiente lección de educación sexual y de masturbación en mi época escolar, y creo que merece la pena relatarla, para, si es posible, que no se vuelva a repetir.
En 6º curso de mi querida
EGB, cuando contaba unos 12 años, en España corría e año 77 o 78 y unos tal
Víctor y Ana cantaban "aires de libertad" en "la Puerta de Alcalá".
Sin embargo, los muros de mi colegio, cual telón de acero, nos mantenían al margen de esos vientos, y "Don
Samuel" (digo Don
Samuel no por respeto, sino porque a golpe de repetirlo, durante mucho tiempo pensé que su nombre completo incluía el "don"), se jactaba de haber sido fraile, y pertenecer a no se que grupo de Cristo.
Él se encargaba de nuestra formación académica y no podía resistir dar su particular aporte a nuestra formación moral.
Una tarde, se puso serio, como cuando pensaba poner algún examen sorpresa o similar, y comenzó a desarrollar una truculenta historia que incluía cuerpos púberes (¿que sería eso?), manos y manipulaciones, pensamientos y obras, y derivó en no se que conexión truculenta con la calvicie.
Eso si que lo entendía. De toda esa parábola de temores, castigos divinos y no se cuantas cosas más, me quedó grabada con amplia preocupación el tema de la calvicie.
Salí muy preocupado, ya que no tenía ni
repuñetera idea de que había estado hablando durante más de una hora, si eso se tendría que estudiar, si nos preguntaría algo de todo ese
galimatías, y sobre todo, si alguna desviación no controlada en mi
comportamiento, que por aquel entonces pasaba en ocupar las tardes con chapas y canicas, derivaría en un grave problema de calvicie.
Al llegar a casa, y mientras mi madre me preparaba el correspondiente
bocata, pregunté como sin querer sobre la
caída de pelo, y claro, mi madre no me hizo ni caso, ya que pelos siempre se caen, y no pasa nada.
Ya, eso se creía ella, Don
Samuel tenía otra opinión sobre esos pelos que se caían inocentemente.
A la vuelta a casa, tras la tarde de
bocata y canicas, le dejé caer a mi padre, con cara de tristeza, lo poco que me gustaban las clases de Don
Samuel, aunque tenía la convicción de que nada se podría hacer.
Mi padre, que nunca
fue un paradigma en eso de los consejos dijo: "Que
ye..., ¿que no
quies ir a clase con el
calvu esi?...
¡¡¡¡
DIOOOOOS!!!!, era cierto, Don
Samuel era el calvo más calvo de todo el colegio. Ahora si que tenía un auténtico batido cerebral.
Cuantas tribulaciones habría pasado Don
Samuel para haber quedado sin un pelo. ¿habría dejado de ser fraile por culpa de su calvicie?, o ¿tendría que haber sido fraile a la fuerza para no caer en la condenación eterna de su
caída capilar?. ¿Habría vivido en sus propias carnes todos esos problemas de púberes, manipulaciones, condenaciones, sodomía y no se cuantas cosas más que no llegaba a comprender, y que tanto me habían impresionado?
Como me iba a centrar en las matemáticas o en la ciencias naturales, con todo el problema que tenía que resolver mi cabeza.
Fue el peor curso en lo referente a mi rendimiento académico, porque desde aquel
día, cuando me sentaba solo
veía la cabeza de Don
Samuel, y comenzaba a darle vueltas a todo aquel problema de las manipulaciones.
Deseo que todas estas
modernidades de los talleres de sexo y demás, aclaren más de lo que me aclaró a mi la mezcla de religión, pecado, cuerpo, pensamiento, obra y alopecia pasados por la
radicalidad ultra católica de Don
Samuel, aunque sinceramente, a pesar de la preocupación de psicólogos, curas y demás organismos oficiales preocupados en ser políticamente correctos, creo que como dice la famosa cita, los problemas que tuve con la edad, el tiempo los curó todos.